El atentado le provocó importantes secuelas psicológicas. Borders vivió una larga temporada en paro y sufrió una depresión. También cayó en el alcoholismo y las drogas, aunque logró salir de ellas en el año 2011.
Después del 11-S, pasó la mayor parte de su tiempo viviendo en un modesto apartamento de Nueva Jersey, sin ayuda psicológica ni económica, según denunció Borders a Afp en 2012. Aseguraba entonces "vivir siempre rodeada de miedo" y rara vez salía de su casa. No se veía capaz de volver a los "puentes, los túneles y las estaciones de metro".
Marcy Borders llevaba un año en un tratamiento contra el cáncer y sugería que su enfermedad podía estar relacionada con los contaminantes químicos emitidos tras el colapso de las Torres.
No hay comentarios:
Escribir comentarios