jueves, 27 de agosto de 2015

El dedo índice de Trump

En 2011, en un episodio de The Apprentice, Donald Trump sentó a tres hombres y una mujer para que hablen de la mayor derrota de la historia del programa que el magnate conducía en la cadena NBC: los cuatro habían sido incapaces de vender una sola pieza de un producto que en Estados Unidos sale como pan caliente —armas. Trump los dejó pelear con saña, interviniendo en ocasiones para salar las llagas. Al final, después de cuestionar el desempeño general, miró a los cuatro ejecutivos y los despidió. A todos.
Cuando se enfervoriza, los labios de Trump se contraen en una O tensa, como la boca de un pez desesperado por respirar, pero en aquella ocasión su desinterés fue monárquico. Sus manos nunca salieron del reposo en el regazo del esmoquin y la voz no subió un tono. Sobre los créditos del show, mientras los cuatro expulsados se exprimían para entrar en el asiento trasero de un taxi, la cámara mostró a un Trump taciturno: —La vida —dijo— continúa.

Donald Trump es un showman, un empresario listo y agresivo y también un pelele
Donald Trump es un showman, un empresario listo y agresivo y también un pelele. Su candidatura es entretenimiento espectacular sostenido por frases provocadoras diseñadas para la primera plana de los periódicos. Su discurso revienta de anécdotas personales donde él siempre es bueno y gana y los demás son malos y pierden. De su boca de pez salen diatribas como bombas mientras su cuerpo acompaña el espectáculo, apropiadamente, con movimientos teatrales. Trump no puede dejar quietos ni brazos ni manos cuando quiere marcar un punto. En The Apprentice despedía a los apestados con su gesto favorito, señalar con el dedo.
La expulsión del periodista Jorge Ramos de la conferencia de prensa en Dubuque, Iowa, no tuvo dedo. Como en la salida de los ejecutivos sin balas, Trump mantuvo los brazos quietos y envió a su asiento al conductor de noticieros con un par de rebuznos autoritarios. “Vuélvete a Univisión”, dijo con desdén. Y mientras un guardia pantagruélico arrastraba a Ramosa fuera del salón, Trump se volvió al salón como si nada hubiera pasado y dio la palabra a algu

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